LIMA, HORA CERO
Por Andres Pascacio Dolorier
Con este
título comienza el libro de cuentos de temática urbana de Enrique Congrains, a
la vez que es el nombre del primero de los relatos que se nos presentan. En pleno siglo XXI aún se manifiesta esa crudelísima realidad y exclusión social: Lima se ha condenado a la lucha de la desigualdad. En todo caso, viendo las últimas casos de corrupción de los alcaldes de Lima: Castañeda y Villarán, este flagelo destruye ilusiones, menos oportunidades. Por ende, esto es percibido en una ciudad sin justicia para aquellos mudos que no tienen voz en esta selva de cemento.
En este relato titulado Lima,
Hora Cero, se nos narra de manera cruda y objetiva la historia de la
formación de las “barriadas” en Lima, y las penurias que pasan sus habitantes.
Esto se nos muestra a través de dos personajes: Mateo Torres y Julio Miranda.
Ambos forman parte de una urbanización clandestina denominada La Esperanza.
El personaje de Mateo Torres
representa a muchos provincianos de la década del cincuenta. Son hombres que
están llenos de optimismo por el porvenir, ansían salir de su provincia para
domar esa gran capital que no conocen y que se les presenta como una ciudad
dorada, donde el trabajo está al alcance de la mano, donde uno puede hacerse
reconocido a través de éste trabajo y, a la vez, alcanzar el respeto de sus paisanos al saber
que lograron materializar sus ambiciones.
Aquí se nos ofrece un aspecto interesante:
la ingenuidad y el optimismo del hombre de la provincia, al creer que sólo sus
ganas de trabajar y superarse serán suficientes para poder progresar, e incluso
para poder conseguir un trabajo sin ninguna dificultad. El hombre de la
provincia siempre ve con optimismo el porvenir desconocido. Pero al llegar a la
capital (o a cualquier otra gran urbe) observa que las cosas son completamente
distintas. No hay trabajo. Nadie confía en un desconocido que ni siquiera lleva
una recomendación o alguna certificación de haber llevado estudios o de haber
realizado un trabajo previo. Al hombre de la ciudad no le interesa si uno posee
valores o no, lo importante es el dinero.
El hombre de la provincia se da
cuenta que no es fácil sobresalir. El cuento nos describe que, a partir de
esto, muchos provincianos se verán obligados a tomar como suyas unas tierras
que no les pertenecen. Se forman las barriadas. Pero no solamente son unas
pequeñas agrupaciones, como nos comenta el autor. La barriada La Esperanza es
sólo un pequeño ejemplo de cómo un grupo de personas necesita de un pedazo de
tierra para sobrevivir. Recordemos que, en un inicio, los distritos como El
Agustino, San Juan de Lurigancho, Villa el Salvador, Villa María del Triunfo,
Comas, etc. eran pequeñas agrupaciones de gente humilde. Hoy, en la actualidad,
son distritos que mantienen una economía pujante y lograron una relativa
estabilidad.
Éste es uno de los puntos
interesantes que Congrains no plantea en su obra. Siempre nos muestra la imagen
del provinciano que llega a Lima, no halla trabajo, no consigue ni oficio ni
beneficio , y finalmente se ve obligado a vivir en medio de un ambiente de
miseria, degradación y sufrimiento que lo envuelven a él y a sus compañeros.
Asimismo, Congrains no nos relata
la historia de otros tipos de provincianos: aquellos que lograron llegar a Lima
sin más pertenencias que su poncho, una pequeña talega y ganas de triunfar. No
nos relata la historia del provinciano que, a base de muchos sufrimientos logra
vencer a la adversidad y, en algunos casos sobresalientes, llega a
dominarla. Estos hombres lograron
convertirse en prósperos comerciantes o en pequeños (y
en otros casos, grandes) empresarios. Pudieron surgir, y junto a ellos
surgieron sus familias. En algunos casos también surgieron sus comunidades de
las cuales eran originarios, ya que llevaron ayuda a estos lugares. Es poco
conocida la ingratitud entre la gente de la provincia.
Es cierto que son poquísimos los
provincianos que llegaron a destacar y sobresalir. La gran mayoría fue una
víctima constante de la miseria, la enfermedad y la muerte. Tuvieron que
resignarse al hacinamiento y a cualquier tipo de alimento que cayera en sus
manos. Congrains se enfoca principalmente en el grupo de los provincianos que
pasan sufrimientos. Quiere demostrar las penurias que pasan estas personas, y a
través de la denuncia social hace presente su miseria y describe sus penosas
vidas, reclamando a la sociedad como se devoran vivos a estos hombres. O tal
vez, simplemente, la historia de un hombre exitoso no es tan atrayente como la
del hombre que tiene una vida miserable. El otro personaje de la obra es
Julio Miranda. Él no es de alguna provincia, pero está infectado con el cáncer
de la pobreza. Es partícipe de la vida de Mateo Torres al compartir la miseria,
y a través de él, el lector llega a conocer al personaje colectivo: la barriada
de La Esperanza.
En todo el relato se mantiene un aire
desolador. Congrains es un narrador sumamente pesimista. Nos muestra un atisbo
de esperanza, pero es en vano, ya que, finalmente, el hombre es vencido de
manera trágica. Nos muestra un final devastador, sin atisbos de una mejora para
sus protagonistas. Los hunde en la desesperación. Existe un aspecto
interesante que la obra nos plantea. La gente de la barriada de La Esperanza se
instala en un pedazo de terreno que, inicialmente, es alquilado. Luego, cuando
el dueño vende estas tierras, son
obligados a desalojarlas, pero no lo hacen. Se quedan ahí, con el argumento de
que no tienen otro lugar a dónde ir. Legalmente, no tienen derecho de
permanecer en esas tierras. Se escudan bajo el argumento de la pobreza.
Congrains nos muestra que estos hombres se apropian de algo que no les
pertenece.
Las personas no pueden ir por ahí e
instalarse en la propiedad de otros, con el argumento de: “tú tienes bienes,
yo soy pobre y por lo tanto tengo derecho a que me des algo de lo tuyo”.
Esto no es factible. Muchos de ellos pueden regresar a sus lugares de origen,
pero no lo hacen, por el estúpido orgullo que los esclaviza, como es el caso de
Mateo Torres al ver que no tiene empleo, el cual es descrito por Congrains: “Mateo
ya no puede regresar al hotel. Más de doscientos soles de deuda y ninguna
perspectiva hacia el futuro. ¿Y Yungay? ¡No, jamás, él regresa triunfante o no
regresa!”. Esto refleja una actitud francamente risible: Mateo Torres
prefiere quedarse a vivir en un muladar, sufrir hambre e inseguridad, que
regresar a su pueblo en Yungay y admitir su derrota.
La pobreza en La Esperanza es casi
palpable. Los habitantes se ven desesperados al verse desalojados de su único
lugar para vivir, y quieren tomar aunque sea a la fuerza este terreno, como se
comentó en algunas líneas más arriba. La empresa que ha comprado el terreno
(C.U.L.S.A.) planea desalojarlos. Para ello hace uso de la fuerza y el engaño. Hace uso de la fuerza, en el momento
que contrata a los tractores y amenaza con ellos a la población. Hace uso del
engaño, cuando los pobladores creen que la empresa va a esperar a que ellos
realicen su marcha para reclamar por la expulsión de sus viviendas. Apenas los
pobladores de La Esperanza salen a realizar la marcha, la empresa C.U.L.S.A.
aprovecha la casi total ausencia de pobladores y arrasa con sus viviendas, sin
importar las vidas humanas que les salgan al paso, como el caso del pobre Mateo
Torres.
Aquí se aprecia el uso
indiscriminado del poder y la fuerza bruta. Es comprensible que la empresa
desee las tierras por las cuales han pagado un precio, pero no debieron
reaccionar con la violencia. Por más que los pobladores se muestren empecinados
en no abandonar esos terrenos, se debe recordar su condición de seres humanos.
Al final, el más fuerte sale ganando y logra su objetivo. La culminación del
relato llega con este final catastrófico para la gente de La Esperanza. No se nos
describe directamente que la barriada ha sido arrasada con los pocos pobladores
que se quedaron ahí, no se nos relata el sufrimiento de la gente al tratar de
evitar que sus precarias viviendas sean arrasadas y a la vez, evitar ser
arrasados con ellas. El final se nos muestra en el grito agónico de Mateo
Torres: “¡¡El Caterpillar!!” indicando que los esfuerzos de los pobladores
fueron vanos.
La obra de Enrique COngrains nos revela la cruda realidad de los migrantes que llegan a la capital, pero no tienen acceso a tener una calidad de vida, es por eso aparece la rebeldía, el rechazo al sistema, el repudio ante la indiferencia hacia los más pobres.
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